Siempre he descifrado mil y una miradas por compensar las palabras. He aprendido que un rostro puede ser sincero con los demás aunque no lo sea consigo mismo, aunque no se conozca, todavía. Lo aprendí junto a que conocerse es lo mismo que conocer a la humanidad, que todo aquello que necesitamos está en nosotros y está en lo que nos rodea porque es lo mismo. Y hablando de entender, te deseo que me lo hagas. Te deseo toda esta poesía en la mirada, este descifrar el parpadeo de los halcones viscerales, estas vistas al respeto que tanto salpican, estos paseos por las nubes de la admiración y estas lágrimas reencarnadas por la felicidad. Este sigue donde estás hasta que lo sientas, que como nacimos viviremos, dejándonos llevar, rindiéndonos a toda evidencia, evidenciando cualquier rendición, al amor.
El todo y su momento en esta isla que he acampado y planto cocoteros en los que ganar tiempo esperando a que alguno caiga, que una espera consciente es mejor que cualquier dejarse llevar por inercia si la inercia es indiferencia. Mírame los ojos si crees que la espera es marchitar y busca la luz que ha florecido en esta nuestra sala de eso, de esperas. Cambiemos de papel como esos actores que se hicieron la obra tan suya que la vida pasó a ser una función secundaria. Siéntate en mi sofá, que no en mi regazo, empápate de la paciencia con la que rellené todos los cojines y súbete la manta bordada con sonrisas agradecidas, que espero que el frío nunca lleve mi nombre. Que espero que la Luna siempre hable en hebreo para seguir descifrándonos en las alturas.
El todo y su momento en esta isla que he acampado y planto cocoteros en los que ganar tiempo esperando a que alguno caiga, que una espera consciente es mejor que cualquier dejarse llevar por inercia si la inercia es indiferencia. Mírame los ojos si crees que la espera es marchitar y busca la luz que ha florecido en esta nuestra sala de eso, de esperas. Cambiemos de papel como esos actores que se hicieron la obra tan suya que la vida pasó a ser una función secundaria. Siéntate en mi sofá, que no en mi regazo, empápate de la paciencia con la que rellené todos los cojines y súbete la manta bordada con sonrisas agradecidas, que espero que el frío nunca lleve mi nombre. Que espero que la Luna siempre hable en hebreo para seguir descifrándonos en las alturas.
El silencio llegó con el suspiro de quien susurró a los vientos por la excitación de cualquier roce ante sus tímpanos. Por evitar el derrumbamiento de eso que llaman honor sin saber que no existe penitencia cuando hay entrega, que no existen rostros de pena cuando la luz refleja tanto como penetra. Así nos pretendimos los sueños, penetrándonos de reojo. Como de reojo también le escribo al viento, al aire que se hizo humo y ahora aviva las ascuas. Y ese roce del párpado cuando el ojo está mojado en exceso, como cuando nos excedemos en las formas y en las maneras y acabamos a zarpazos, y también mojados.